La Revolución de Mayo y sus festejos
I
Por
Susana Costa
En el año 1998, visitó la ciudad de Buenos Aires, el historiador belga Philip
Raxhson. En una de sus conferencias, destacó algunas de las “nuevas formas de
hacer historia”. Relató que realizando una investigación sobre el movimiento
obrero belga, la conmemoración de hechos del pasado, iban adquiriendo distintos
significados. También instó a los historiadores argentinos, ante la proximidad
del bicentenario de la Revolución de Mayo y de la Declaración de la
Independencia, a profundizar en el ámbito de la historia de los festejos. Cabe
señalar, que Raxhson investigó la presencia de José de San Martin en Bélgica y
su relación con los revolucionarios belgas en la década de 1820. Decimos sin
temor a equivocarnos que nuestra historia no le es ajena. No tenemos que perder
de vista la época previa a los hechos de 1810: las invasiones británicas de 1806
y 1807, distintos levantamientos en territorios americanos, el traslado de la
corte portuguesa a Brasil y una cantidad de intrigas innumerables. Provocadas
éstas por distintos grupos de poder y por espías de las potencias enfrentadas.
Nada de todo esto sorprendente si se tiene en cuenta que las posesiones
americanas fueron moneda de cambio, en la resolución de los conflictos europeos
de los siglos anteriores. El 25 de mayo se comenzó a festejar en Buenos Aires
desde 1811, año donde se inauguró la primitiva Pirámide de Mayo, en la Plaza de
la Victoria. Hay que destacar que este primer festejo es eminentemente porteño.
En Buenos Aires, se había iniciado el camino hacia la independencia y dado el
“primer grito de libertad”. En su sociedad, en buena parte de sus dirigentes,
florecían las nuevas ideas, cosa que no sucedía en la totalidad de la dirigencia
española y americana. Este aspecto ideológico debe ser tenido en cuenta, para
que podamos responder a las preguntas que naturalmente nos planteamos, al tratar
de abordar las primeras fiestas mayas. En estos primeros festejos se congregaban
en la plaza, los pobladores de la ciudad y de las afueras. Plaza que fue testigo
de ornamentación y juegos sencillos, con presencia de escolares. Plaza que
también había sido testigo en 1810 de un cambio fundamental, sin violencia y en
estos primeros años era punto de partida de ejércitos que tratarían de liberar
“de una vez y para siempre del dominio español…los campos de América”. Un
capítulo nuevo se abrirá en 1813.
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