Homenaje a “COLITO”
“Colito”, Fortunato N. Troisi, nació el 1° de Junio de
1915, falleció el 1° de Enero de 1988.
A veinte años de su muerte, esta Junta de Estudios, quiere
recordarlo y homenajearlo con sus propias palabras escritas, a quien nos dejara
invalorables testimonios de su amado barrio, en los tomos de sus libros, y en
los numerosos artículos publicados entre ellos en el periódico barrial “Objetivos”.
Nuestro cariñoso recuerdo y reconocimiento al “gorrión de una sola ala”
La Comisión Directiva
Texto extraído del libro “La Villa Devoto que ví crecer”
Tomo II, editado en 1988 por Fortunato Nicolás Troisi (Colito)
El último Gaucho
Fallecía en nuestro barrio de Villa Devoto. Se dedicó en
sus últimos años a mantener tropas de yeguarizos y alquilaba viejos matungos a
los hornos de ladrillos para que pisaran el barro en una hondonada circular
mezclado con guano que acercaban de los corralones otros careros, siendo mas
fuertes los ladrillos con ese ingrediente.
El gaucho Juan J. Ramírez, acostumbrado siempre a andar a
caballo, con su apero equipado con estribo de plata, lo mismo que el cabresto
anillado de plata, con el sombrero apaisanado, el lengue de seda blanca con nudo
galleta, corpulento, con todo el cabello blanco, impresionando su persona por su
voz pausada y justa¸ los nuevos vecinos que empezaron a llegar del centro, de
Palermo y los conventillos a vivir en estos barrios, se imaginaban al verlo al
gaucho Ramírez, que residía en las llanuras de nuestras pampas. Siendo yo un
muchacho, me decía Ramírez: “Ahí en esos ombúes, Rosas fusiló a muchos unitarios”.
Habiendo nacido allí sus abuelos y padres, los hijos de
Ramírez se criaron, crecieron, se casaron, en fin, pasaron las alegrías como las
amarguras creyendo siempre que las “papeletas” eran eternas, libres de impuestos
de reales escrituras, que fueron precarias, no faltando un tercero, Aquilino
Colombo que estaba al tanto de las nuevas leyes de expropiación o treintañal,
que pagó los impuestos al contado y logró la escritura su favor, despojando al
auténtico dueño, que mantuvo sus sentimientos sobre las tierras en que vivió con
su familia, que vió florecer su trigo, maíz, cebada, alfalfa así como muchos
montes de frutales, como se denominaban los famosos montes de peras que
abarcaban tres cuadras de largo por una de ancho : Sanabria, Tinogasta, Melincué
y Segurola, sin contar otros montes de peras que pertenecieron a la familia
Cambiasso; existen planos del siglo pasado en mi poder con las tierras a su
nombre, figurando hoy dos placitos en Beiró y Bermúdez.
Me contaba que la caballada de Rosas arrasaba cosechas de
alfalfares sembradas por chacareros, que hicieron sus denuncias a las
autoridades y se evaporaron en la burocracia; llegó a ser mayordomo de la quinta
“Los Perales” de Aquilino Colombo, que había sido el dueño, terminando en su
casa de campo, ya reducidas sus tierras, de la calle Zimbron y Sanabria al 3200,
donde hoy hay una confitería.
Y los ombúes existieron en Zimbron y Gualeguaychú, lo mismo
que altas palmeras cercadas por cinacina, campanilla azul, madreselva con un
lindo aroma, cactus con higos de tuna, lo mismo las palmas de pita, que eran
comestibles y curativas y se usaban como cataplasmas, El centro del hollejo era
comestible, también se usaban yuyos medicinales, cepa de caballo, etcétera.
.Las margaritas amarillas salvajes, que producían muchos
bichitos colorados que dejaban una ronchita abultada y colorada con mucho
picazón, mastuerzo que era comestible, igual que la radicha salvaje y las
semillas de los hinojos con las que se fabricaban licores de anís o se mezclaban
en los embutidos caseros. Se usaban también la barba de choclo, etc., etc.
Al no existir veredas cruzando los campos que existieron en
Villa Devoto, en el transitar de todos los días de los pobladores, a su manera
cortaban camino, quedando sin yuyos un caminito de tierra.
Conocí al carnicero en carros con sus gancheras de las que
colgaban trozos de carne, chorizos y carne de cerdo, su mostrador era la puerta
de la caja del carro, con su serrucho, su chaira, hacha y su balanza con pesas
de gramos y kilos.
El achurero a caballo, con un tambor de cada costado en
cesto de cañas, formando un tipo de barril, con mondongo, cuajo, quaker, tripa
gorda, chinchulines, etc.…etc.
El kerosenero a caballo con un tambor de cada costado y un
chupador, que despachaba por litros, al usarse el calentador “Primus”, faroles y
lámparas a kerosene.
El canillita a caballo o en sulky, y el que no tenía esos
móviles tomaba un viejo matungo con una silleta sobre su lomo; de tanto usar la
silleta andaban sueltos y dolían las nalgas por no usar apero.
Gaucho como suena el nombre; gaucho de los que abrieron
brechas en nuestras queridas tierras argentinas en las épocas en que muchos
terratenientes alambraban campos hasta que les alcanzara el alambre de púa o
esperaban más alambre de púa, que llegaba de Inglaterra, Alemania y otros países
de Europa; hasta los clavos llegaban de afuera.
El gaucho Ramírez, con su presencia, dominaba los campos al
estilo de los indios, recorriendo su propiedad a toda velocidad. En los campos
de Rosario y más de Villa Devoto, donde nacieron parte de sus hijos, frecuentaba
con su caballo de silla los lugares que pertenecían a sus papeles, de acuerdo a
los planos municipales, con cultivos.
Tuvo animales de corral, como hacienda y caballada. En mi
poder existe un plano con el nombre de sus tierras.
Dos de ellas actualmente plazoletas, que se llamaban una
“El Maestro” y la otra “Emilio Ravignani”, que existen en Francisco Beiró, de
Bermúdez a Calderón de la Barca, expropiándola la Municipalidad de Buenos Aires.
Figuran a nombre de Gaucho Ramírez los planos que dividieron las quintas de
Ferrúa, que permanecía cerrada por ser quinta desde Bermúdez hasta la Avenida
General Paz, que figura en el proyecto.
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