El Mirador de Villa Devoto (segunda
parte)
Por Edgardo Tosi
En la esquina con Mercedes se instala la Farmacia Arenales de Blanco y Ahijado.
En la otra esquina con Asunción, en 1930 Nicomedes González presidente de la
Liga de Comerciantes de Villa Devoto fundada ese año, y su hermano Marcelo
abrían el que sería el clásico almacén devotense “Nicomar”. En Fernández de
Enciso 3963/5 inauguraba en 1932 según rezaba una propaganda de “La Razón de
Villa Devoto”, la “famosa Casa Margot” el palacio del peinado.
En el lote 9 había quedado encerrada la caballeriza que el
11 de Diciembre de 1928 Natalio T. P. Ferrante adquiere a Zulema Devoto de Shoo
Lastra. Eran 16,40 metros de frente por ambas calles y con un leve ángulo
quedando 26 m en el lado sudeste y 16 en el noroeste. El edificio con casi 40
años de antigüedad y un destino fuera de época, podría haber sido demolido como
sucediera con el palacio, pero no fue así.
El señor Ferrante, inspector de Obras Sanitarias, invierte
sus ahorros en esa compra. Producirá modificaciones importantes que permitirán
ampliar e independizar las habitaciones que daban a la calle Mercedes del resto
de la caballeriza, alquilando el lugar. Con un esfuerzo económico importante
modificará el ex establo y el depósito de carruajes que daba a Fernández de
Enciso, llevando su fondo en planta baja a la calle Mercedes. La gran superficie
de ésta se abrirá por tres puertas y tres ventanales a la primera calle,
haciendo suponer intención de obtener varios locales. Pero finalmente se
transforma en uso solo. En lo que ocupaba la galería construye una cocina. Sobre
ésta, con vista al salón, un pequeño balcón termina por definir sus intenciones.
Eran épocas de Café, de reunión de hombres solos. Ese pequeño balcón no visible
hoy en la abandonada estructura, permitía la instalación de una victrola donde
servía como operadora bajo el nombre de victrolera, una joven que los memoriosos
no dan en este caso particular como agraciada, pero que igualmente, mientras
realizaba su trabajo, excitaban la pudorosa libido de nuestros abuelos. El local
se cerraba mediante cortinas metálicas ejecutadas en la Herrería Artística de
Teodoro Marresi de Lope de Vega 1184 del barrio de Montecastro.Los arreglos del
salón provendrán posteriormente de quienes alquilan el local del café. El
primero será Serafín Rodiño propietario a su vez de un almacén “Provisión Rodiño”
en Concordia y Asunción. Lo bautiza Rodis Bar, nombre que mantuvo a lo largo de
toda su existencia y con el que aun se lo recuerda. No debemos descartar, dada
la fuerte presencia británica en la villa que esa “s” final incluyera un
apostrofe que anglicanizara el apócope del gálico apellido del concesionario. La
importante clientela de ese origen era acaparada por el Rugby Bar, ubicado del
lado sur de las vías del ferrocarril.
Tres mesas de billar, ocupaban buena parte a la izquierda
del salón y serán la atracción de la muchachada por varias décadas. La barra se
extendía a todo lo largo de la pared derecha. Un alto zócalo de madera oscura
daba marco. Detrás de la barra dos reservados, uno con acceso desde la calle,
que cumplirán funciones más o menos conocidas a lo largo de toda su existencia.
Desde 1935 y por varios años quien explotara el lugar será
Eugenio Vázquez. Sin conocer la totalidad de quienes regentearon el lugar
sabemos que para 1950, continuando un ala que los unía en el fútbol, los
jugadores Campana y Busico del primer equipo de Boca Juniors dirigían el Rodis
Bar. La vereda era salón de verano bajo la reparadora protección de un toldo
blanco. Aquellos árboles libres del inicial Villa Devoto estaban ahora
encorsetados por rejas circulares de hierro fundido que facilitaban el paso de
agua sin ensuciar aquella vereda que inicialmente sería de baldosones cuadrados
rojos y blancos. Un kiosco de revistas, el primero instalado en Villa Devoto
antes que el Rodis, se ubicaba sobre Fernández de Enciso casi esquina Mercedes.
Algunas de estas cosas perduran hoy. El apoyo metálico del toldo ha sido salvado
en parte gracias al abrazo vegetal de un plátano que rodea con su savia uno de
los parantes oxidados. A pocos pasos hacia la estación perduran dos de aquellas
rejas que construía como Artículo Rural la empresa Mulet y Cia en sus talleres
de la ciudad de Buenos Aires.
La política circulaba habitualmente por sus mesas, o hacía
de acogedor despacho la discreción cómplice de los reservados. Fue el Rodis
asiento del radicalismo antipersonalista de Ricardo Paolucci movilizador en el
barrio de la candidatura del Dr. Roberto M. Ortiz. Un Villa Devoto donde poco
tiempo antes la presencia de un hombre expectante del personalismo como el Dr.
Francisco Beiró, marcaba su orientación política, secundado por los diputados
José María Gutiérrez y Juan Carlos Hiriat.
Fortunato Troisi “Colito” en su “Villa Devoto que vi crecer”
recuerda nombres de la política como habitués: Francisco Broggi, Raúl Magallanes,
el Chino Pizzi, los Ferreira, Francisco Poleo, Antonio Mussi, Rómulo Vinciguerra,
Ángel Caggiano, Ponce de León, Mengoni, Ángel, Marcelo y Jorge Beiró asiduos en
diferentes épocas. Otros nombres de quienes habrían estado son agregados en
forma más o menos convincente por quienes hemos entrevistado: el general Bengoa,
y del Dr. Frondizi, no así del mayor Aloe que vivía a pocos pasos del café.
El Sr. Ferrante además del local acomoda la parte superior
de la caballeriza, para vivienda. Agrega una entrada por Enciso 3981, adiciona
una nueva habitación que utilizará como escritorio y se instala allí con su
familia.
Nuestro mirador perderá en ese momento, de manos de
Ferrante, el peso ya inútil del tanque de agua y mantendrá su presencia de mojón
histórico.
Aun cuando los departamentos de la calle Mercedes tendrán
un acceso privado perdurará la puerta que comunica con la torre. El portón de
acceso será utilizado como garaje por los Ferrante. El patio donde una parra
daba sombra, funcionará como depósito del bar, hasta que una glorieta se
agregará al segundo reservado.
En 1938 Villa Devoto festejaba en fecha por demás polémica
su cincuentenario. Lo hace, como si fuera necesario, a la vista de nuestra torre.
Una placa de bronce sobre un bloque de granito en la plaza Arenales esquina
Nueva York y Mercedes señala el lugar y la fecha del acontecimiento.
Ya avanzados los años cuarenta, muchachones entusiastas de
la velocidad acomodan frente al Rodis, sus imponentes motos Harley Davinson,
alguna con sidecar. Hoy modernas motos Kawasakis se ubican a pocos metros sobre
la esquina frente a la plaza.
Como había sucedido en el café Habana durante la década del
treinta con miembros del Círculo Cultural Devoto, las gentes de las peñas a
fines de los cuarenta y los inicios de los cincuenta ocupaban sus mesas en
charlas interminables hasta horarios trasnochados que hoy consideramos normales.
En esas mismas mesas, en los soleados medios días domingueros se reunían viejos
amigos del barrio a tomar el vermut, donde se desgranaban las últimas noticias
políticas junto a los goles de cabeza de Boyé o los dobles de Oscar Furlong.
La compra de las empresas de servicios por parte del estado
luego de 1946, conlleva la progresiva desaparición de los británicos del barrio,
marcando el comienzo de un letargo barrial que se extendería por varios años.
Cambian las costumbres. Falta el tiempo. Ante la presencia de los copetines al
paso, uno de ellos instalado en la estación, se cree próxima la desaparición de
los café. El tranvía bajaba su troley y sus coches desaparecerán de un día para
otro, por corte oxiacetilénico, convertidos en chatarra.
Desde 1959 hasta fines de 1973, comienzos de 1974 explotara
el Rodis Ciriaco Manessi secundado por Jorge Dambola. El café buscará acomodar
su explotación a los cambios. Será cervecería y restaurante aun cuando la
realidad lo irá ubicando en la más modesta nominación de fonda, donde la señora
Manessi oficiará de cocinera. Venderá helados Laponia. Dará almuerzos a
operarios y albañiles que trabajaban en el barrio. No perderá por ello la vida
típica del café porteño, con todo lo que ello encierra. Desde la mañana hasta la
noche se jugará al ajedrez, siendo el joven maestro Rubinetti uno de los
habitués, improvisando algunas veces simultaneas. El dominó con su ritmo sonoro
característico, reunirá a incansables jugadores de “chamela”. El billar reducido
ahora a una sola mesa, recibirá periódicas visitas espectáculo de Enrique
Navarra, quien sorteara un taco en cada sesión y llenaban siempre el local.
Desfilaban como siempre por la barra curdas ingeniosos y
alcohólicos agresivos. Muchos de aquellos permanentes habitantes noctámbulos
terminaban la noche, al día siguiente, viendo los aprontes en las arenas de
Palermo para volver al Rodis sin dormir a compartir un café entre amigos. La
salida nocturna de unos se unía con la llegada al alba de otros. Un grupo
numeroso de barrenderos municipales mayoritariamente italianos que habitualmente
se reunía a primera hora de la mañana en el café, se combinó en cierta
oportunidad con la presencia del grupo trasnochador. Estos entonaban en esos
momentos, a capela, como era costumbre, tangos de la guardia vieja. Se generó un
contrapunto cantado que provocó en aquellos hombres, de mundos tan dispares, un
efecto mágico. Eduardo Manessi, testigo adolescente, recuerda emocionado como
todos terminaron entonando el Himno Nacional Argentino, donde las lágrimas
asomaban en los ojos, mientras las manos agarradas a las gorras grises, se
apoyaban en el corazón de aquellos italianos que así agradecían a la tierra que
los cobijaba.
En esos años ya se observaba un insipiente consumo de
drogas y aunque disimulada era conocida la homosexualidad de algunos
parroquianos. Los reservados que antaño habían ocultado alguna aventura amorosa,
mostraban el desenfado de una liberación sexual que iba ganando día a día al
mundo.
La pizzería que hacía de terminal del desaparecido tranvía,
subsistía sin llegar a desaparecer completamente. Sobre la calle Nueva York, el
almacén Nicomar cerrará sus puertas bajo la oferta tentadora del Banco Ganadero,
trocado luego en Rio y reemplazado por la Banca Nazionale del Laboro. La
Farmacia será heladería que poniéndose en época se llamará Mafalda y luego Monte
Olivia, con el mismo dueño.
El Rodis cierra al nacer el año 1974, Eleuterio Ruperto
Capetillo alias Tito será su último mozo. En el recuerdo estaba ya don Celso Rua
que había vivido en el mismo edificio.
La familia Manessi abandona la casa de Mercedes y quedarán
en sus paredes fotos pegadas que recuerdan el paso de la vida congelado en el
tiempo. La familia Ferrante deja el domicilio donde han vivido por más de
cuarenta años.
Por escritura del 1ª de Octubre de 1974 doña Rosa Cavatorta
viuda de Ferrante y sus hijos Orlando, Natalio y Cesar que heredaran la parte de
su padre, venden la propiedad al martillero Eduardo Jakim. Es éste responsable
del largo sueño en que esta sumida la propiedad. Los Jakim son antiguos vecinos
del barrio ocupados en la actividad inmobiliaria. Han adquirido como rutina, al
igual que este lugar, muchas otras propiedades, sin demostrar un móvil definido.
La mayoría son conservadas sin más. En este caso la torre ha sido tomada como
apoyo de un letrero de propaganda. Han permitido salvar de morir bajo la piqueta,
que no es poco, al conjunto, congelándolo a través del tiempo.
Durante 27 años el lugar ha permanecido cerrado. Utilizado
como depósito de materiales, sin recibir un real mantenimiento, su deterioro a
través del tiempo ha sido importante, aunque no irremediable. Los techos
permiten hoy el paso del agua y en algunos lugares los cielos rasos u bovedillas
construidas en 1928, están caídos.
Sin proponérselo Eduardo Jakim ha permitido que nuestra
torre encorsetada en guarda de ladrillos, anillada en mayólicas verdes y techo
puntiagudo siga como observador impávido la sucesión de hechos que se
desarrollan a sus pies. Ajena a los devenires del mundo, mantiene firme su
estructura, sus paredes y sus escaleras. Hasta las palomas parecen eternas. Su
muda presencia guarda el recuerdo mítico de todo lo que Villa Devoto significa
para quienes han vivido aquí.
La idea sobre el destino del lugar que guarda su
propietario actual, esta marcada por frío realismo. Se orienta según nos comenta,
a construir cuando el momento económico en que vivimos se modifique.
Salvaría de la demolición, sólo la torre.
Hoy esperamos que esta sea realmente su idea y perdure por
lo menos la torre luego de haber demolido todo su entorno.
(Opinión agregada el 21 de junio de 2007)
Publicado en Aniversario n° 9 Abril 2006
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