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Charlas de Café (1º Parte)
                                                                                                                                                   Por Edgardo Tosi

Tres o cuatro pocillos, unos vasos con agua y un plato ya sin medias lunas, sobre dos mesas cuadradas. Sentados a su alrededor, varios habitués se entusiasman sobre papeles y fotos. Un cenicero, limpio e inútil, denota la ausencia del único fumador del grupo. Ventanal a la calle de un domingo lluvioso. En el salón contiguo se juega al billar.

Estamos en un café como los de “antes”, con paredes cargadas de recuerdos.

Equipos de fútbol. Automóviles, recortes añosos, botellas de cerveza de gres y herramientas extrañas usadas por algún artesano olvidado, cuelgan aquí y allá buscando el interés y la añoranza de parroquianos no habituales y de futuros clientes. La voz de Pavarotti se entrelaza a un tango cantado por Ángel Vargas o refrendado por los acordes del bandoneón de Piázzola.

Que hay de nuevo y de viejo en Devoto.

Todos los domingos, reunidos sin obligación, amontonando palabras repletas de recuerdos, estructuradas en divagues, incitantes a la investigación y salpicadas con los eternos chismes de café, la Junta de Estudios Históricos, madruga. Comienzan a las 11 dando tiempo a los que van a misa y finiquitar la reunión antes de la una, dejando libres a los que preparan el asado familiar.

Desde allí salimos un día a buscar a Villa Devoto en un Hudson modelo 1929 cuyo primer propietario habitualmente paseaba por Buenos Aires, junto a Jorge Luis Borges.

Acompañábamos a guías de turismo ¡Ni se imaginan la sorpresa! Colaboramos con ellos en la preparación de las visitas que organizó, como lo hacía en otro tiempo, el ente municipal (Suspendidas nuevamente por falta de presupuesto). Chofer en la ocasión, Luis Spadafora, sin gorra ni uniforme. Actual dueño del rodado, miembro de la Junta y director propietario de un museo del Automóvil de “película” próximo a habilitarse en Irigoyen 2261. Cuantas dudas les quedaron a aquellos guías, incrementados por los participantes locales de aquellos paseos…

Divague y chismorreo, pero por momentos la cosa va en serio. Vicente Osvaldo Cutolo autor entre otros del Nuevo Diccionario Biográfico Argentino y de dos volúmenes importantísimos sobre las calles de Buenos Aires, acaba de publicar dos tomos sobre la historia de la Ciudad Autónoma con amplia inmersión en el tema de los barrios. Refleja en su capitulo sobre Villa Devoto su saber de recopilador. Como poco es lo serio publicado sobre el tema y no todo es coincidente, trató de acomodar lo inacomodadle, saliendo generalmente triunfante del intríngulis, aunque no siempre en manos de la verdad.

“y se armó la discusión” dice un clásico chamamé, que reflejan esas reuniones de hace dos o tres domingos. Hirvió el café y lo tomamos sin azúcar, ni edulcorante. Fácil resulta maltratar el trabajo ajeno y lo hicimos con fruición. Algunos eran terminantes, a la hoguera con el culpable. Estando Gerónimo y Francisco ausentes, fue posible no llevarlo a la práctica. Alabar la obra quedó en manos de la Sección Cultural de La Nación en la pluma de Grazia Rozada. Uno de los nuestros, por figurar como referente en la obra moderó el entrevero… ¡Nosotros tenemos obligación de corregir errores! Publiquemos INFORMACIÖN. Cutolo es meritorio, aunque el libro no podamos recomendarlo a quienes desean conocer la verdadera historia del barrio.

¿Cómo fue que la piedra fundamental se colocó en la iglesia de San Antonio en 1884 si el barrio se fundó después? Surgió la primera duda de las guías que nos visitaron. El 12 de noviembre de 1888 ¿Qué fue? Ese Banco Inmobiliario en todo esto. ¿Dónde encaja?

Para ese momento al café lo pedían con crema. De alguna forma tenían que matar la acidez Mejor té con limón, en recuerdo de Mr. Hall, viste? ¿Antonio Devoto entonces era o no era conde? Seguían las dudas. Revolvimos más de un café con y sin azúcar, mareándolos de palabras. Salieron felices, creían conocer la verdad. A la primera visita, vecinos disfrazados de visitantes les destrozaron la certeza.

¿Cuantos Palacio Devoto hay? ¿Ese era para recibir al rey de Italia? ¿Como que no es cierto si lo dicen todos? ¿En la cripta esta Antonio Devoto y sus mujeres verdad? Y la tal Juana Gonzalez ¿Quién era? ¿Cómo que Antonio no donó la biblioteca? ¿Vos estas seguro? Y nosotros a esta altura ya no estábamos seguros de nada pero se les aclaró. “La biblioteca la donaron en el treinta y tantos y Antonio murió en 1916.

“Sin darles tiempo a recapacitar disimulando nuestras propias dudas agregamos” Compró los terrenos en 1913 y el edificio estaba terminado en 1921, y aunque no parece hecho para contener una biblioteca en 1928 los devotenses lo conocían ya como la biblioteca Antonio Devoto. Estaba el cuadro de éste que hoy lo adorna pero no tenía ni libros ni estanterías”

No podían creerlo y seguramente no lo creerán. Casi todo no es como parecía. 

Articulo publicado en Aniversario n° 2 Marzo 1997.